ASESINO, ¿SUICIDA? Y POETA.
Hoy voy a dejar la Política y la mierda que la envuelve y voy a retrotraerme a mis años juveniles. Confieso que siempre me gustó conocer a las gentes y sus cosas, por lo que siempre que me encontraba con alguien dispuesto a contestarme, lo mareaba a preguntas. También me gustaban los Juicios y siempre que tenía la oportunidad, me colaba en los juzgados.
En Albacete hubo en aquellos años, cuarenta y principio de los cincuenta, dos juicios muy sonados; en el uno, a nivel nacional, se juzgó y condenó a garrote vil al "Chichango", para unos patriota y para otros bandolero, que había sembrado el terror por toda la provincia y en el otro se juzgó a un pobre campesino que, por no saber, no supo ni suicidarse.
En un pueblecito de la provincia, cuyo nombre no viene al caso, habitaba y dedicaba su tiempo a faenar para para "su" señorito, un hombre que solo tenía dos orgullos, su honradez y su mujer, una guapa "moza" merecedora de mas altas alcurnias...Y un día, como ocurría y sigue ocurriendo, la moza cayó en manos del señorito, que no desaprovechó la ocasión de robar en huerto ajeno. Enterado el labriego, se negó a ejercer de manso y se llevó por delante al ladrón de su honra...lisa y llanamente "lo apioló".
Y después, preparó su suicidio; cerca del lugar pasaba un río, en aquel entonces seco y para cruzarlo disponía de un puente preparó sus cosas, entre ellas depositar debajo de una piedra, bien visible, un papel. Y hecho esto, se arrojó al vacío, con tan mala suerte, la altura no debía de ser mucha, que solo se rompió una pierna, aparte, claro está, de las consiguientes magulladuras...lógicamente fue detenido y más tarde llevado a juicio. Un amigo, mayor que yo, Abogado, sabiendo de mis curiosidades y mis aficiones poéticas, me dijo de acompañarle, como así lo hice.
En el papel que el lugareño había dejado escondido debajo de una piedra, el "aprendiz" de suicida, había dejado escrito un alegato exculpatorio en el explicaba, a su manera, el porque de su arrebato de ira, el que le llevó al asesinato. Hasta aquí todo podía parecer más o menos normal, el culpable que se confiesa, pero como piensa en su muerte lo hace por escrito. Pero cuando su Señoría comenzó la lectura del documento, este ¡Estaba en Verso!
Sus rimas, en ocasiones, eran "macarrónicas", pero su alegato era tan completo que emocionó a la Sala.
Le condenaron; por circunstancias me alejé de la ciudad y no pude seguir las vicisitudes de este pobre hombre, pero el hecho quedó marcado en mi mente y aunque para narrarlo más adecuada hubiera sido la pluma de un Calderón o un Quevedo, modestamente lo dejo aquí, en forma de "cuento".
Narras muy bien Enrique.
ResponderEliminarY siguen existiendo estas historias ¿Cuantas veces ya repetida? siguen en cada pueblo pequeño de ciudades muy distintas. Me perece muy bien que lo expongas para que la gente sepa que esto sucede hay señoritos por todas partes. Señoritos de despachos, señoritos terratenientes, señoritos politicos, señoritos en las iglesias. Pidamos para que desaparezcan de una vez y que seamos un poquito más sensatos, mas honestos, más dignos... más normales.
Mas dignos...más normales. Mira amigo@ Anonimo, la dignidad en común no existe, son muchos años de comprobarlo. Vivamos nuestra propia dignidad y, eso si, procuremos contagiarla a quienes nos precedan. Un abrazo y gracias,
EliminarMuy bien narrada esta historia conmovedora. Gracias.
ResponderEliminarGracias a tí por seguirme. Un abrazo
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