SÁBADO DE GLORIA.
Es cierto que las tradiciones de la Iglesia han ido cambiando, desde que yo recuerde, con alguna frecuencia y no siempre con la absoluta conformidad de sus fieles. Recuerdo, por ejemplo, que en un pueblo de La Mancha, como en casi todos los pueblos de España, se celebraba la festividad de San Cristóbal, como patrón de los transportistas en general. Pues hubo un Papa, no recuerdo cual, que decretó que el "tal" Cristóbal no era santo, si no un mito de la historia, y suprimió su festividad del santoral. El cura de aquel pueblo, Arcipreste por más señas, dijo, desde el púlpito, que" San Cristóbal no tenía culpa de que el Papa chochease" y que en su Parroquia seguiría celebrándose la fiesta.
No ocurrió lo mismo con el Sábado de Gloria. Hoy es Domingo de Resurrección, pero la festividad no tiene, ni con mucho, la "pajolera" gracia que tenía lo que hoy se llama, simplemente, Sábado Santo. Tras un Jueves y un Viernes de riguroso luto, en los que no se oía más música que la clásica, o la de raíz pro fundamente religiosa, por ejemplo la Saeta, por no oírse no sonaba ni tan siquiera el Cara al Sol, llegaba el Sábado y ¡Ah! amigos, entonces si, entonces no había pájaro que permaneciera sin volar, ni niño o persona mayor que dejara de salir a la calle haciendo sonar carracas o tambores. Las campanas de todas las Iglesias o Capillas sonaban al unisono y el cuenco del aire se llenaba de ruido. Aquello si que era un día de excelsa fiesta; en las Salas de los Cines se programaban los mejores estrenos y los aficionados a los toros tenían por seguro de que ese día podrían disfrutar de los mejores festejos.
Había, también, una tradición de la que los niños disfrutábamos y que venía a decir que todas las piedrecillas que que se cogieran del suelo, mientras sonaban las campanas, tenían la calidad de "milagrosas" y que en transcurso del año, cualquier día lluvioso, si tú lanzabas al aire una de estas "chinas", de inmediato dejaba de llover. Ni que decir tiene, que los niños nos lanzábamos, como locos, a la búsqueda de aquellas piedras que no en todos los sitios se encontraban. Y si me preguntáis sobre lo cierto o no de sus cualidades milagrosas, solo os puedo decir que, normalmente, las piedrecillas se perdían , la mayoría de las veces, sin haber tenido ocasión de probar sus portentosas propiedades.
Tenían "sabor" aquellos Sábados de Gloria y , yo al menos, los recuerdo con la misma nostalgia con la que rememoro muchas cosas de las que fueron.
¡A! Y que conste que no pretendo censurar, digo nada más.