LA ALCALDESA Y EL "GORDO"

Y llegamos a las elecciones de mil novecientos noventa y uno y en ellas irrumpe el llamado "blaverismo" valenciano, encabezado por Vicente González Lizondo, ya fallecido, y a el que yo llamo el "gordo", porque al igual que el otro gordo catalán, el Oriol, era además de gordo, nacionalista y, por principio, el nacionalismo, sea el que sea, siempre me cayó mal. Era su segundo en el Partido, nada más y nada menos, el beatifico Juan Cotino y, la verdad, es que no lo debieron hacer nada mal, ya que estuvieron a punto de superar al PP, del que les separó tan solo un concejal, aunque ambos quedaron a cierta distancia de la vencedora, Clementina Rodenas.
Y aquí empezaron los males para los unos y los bienes para los otros: González Lizondo, que era listo, pero ambicioso, se creyó el Mesías y se imaginó que coligándose con el PP., en pocos meses se los comerían, pero una cosa es pensarlo y otra hacerlo y las cosas resultaron a revés. La "Seña" Rita, muy bien "arropada" y asesorada por su partido, dio comienzo a sus maniobras en la oscuridad y poco a poco fueron despareciendo peones del tablero del nacionalismo y apareciendo en el tablero contrario, hasta el punto que, según se dijo, los disgustos llevaron a la tumba al bueno de González Elizondo, que era en verdad, una buena persona, a el que, como a tantas otras en sus circunstancias, cegó su ansia de poder.
Y desde entonces Valencia y su Comunidad, que fue desde siempre Republicana y de Izquierda, pasó a ser por obra y gracia de no se que clase de milagro, de Derechas y, lo que es peor, vivero en el que anidan muchos de los votos que en cualquier elección dan la victoria al Partido Popular. Obra de la "Seña" Rita, no creo, ella no hizo nada más que seguir la estela y los proyectos que se habían dejado los socialistas; algunos de ellos sin cambiarles ni una coma y el hecho del vuelco en las tendencias tendrán que explicarlo los expertos en Política, que yo confieso no ser. Y ese día, a lo mejor, lo entiendo yo también.
¡Ah! Y que conste que yo no pretendo aconsejar, digo nada más.
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