domingo, 27 de enero de 2013

ARTUR MAS


ARTUR MAS.

Domingo 28 Enero 2013.

Allá por los años cincuenta había en Villarrobledo un Juez, Julio
Martínez Acacio, que aunque ejercía en el pueblo, residía en Madrid. Era soltero, dicharachero y más chulo que un ocho; le encantaba contar sus "casos" judiciales y estar con el, junto con mi padre, en cualquier Bar del pueblo, tomando el aperitivo, era una gozada. Venía un día de Madrid en el tren y ocupaba uno de aquellos departamentos que solo con mover el respaldo de sus asientos, en un sentido o en otro, podía ser ocupado por dos o por cuatro personas. El lo tenía colocado para dos e iba el solo; vio llegar a tres señores, que le pidieron mover el respaldo y dejarles ocupar los tres asientos restantes.
Aquellos señores se sentaron y dieron comienzo a una conversación en catalán. El Juez tosió, pretendiendo llamar su atención, pero ellos ni caso, rn aquel momento Julio, ya mosqueado, les recriminó su falta de educación y entonces, el que parecía ser el "cabecilla", le dijo que esa era su lengua y que estaban en su derecho de usarla. El Juez exhibió su credencial, llamó a la pareja de la Guardia Civil, dado que siempre acompañaban los trenes, y les ordenó que aquellos tres individuos fueran bajados en Villarrobledo, en calidad de detenidos. El catalán estaba prohibido en todo el territorio Nacional. Por fin no los detuvo, pero los retuvo en la Estación de Villarrobledo hasta la llegada del próximo tren, que tardaría unas horas.
El catalán de la historia me ha llevado a pensar en Artur Mas y en sus acompañantes el gordo Oriol y el atildado Durán y Lleída. El primero, endiosado y creyéndose el Mesías, ha saltado por encima del varapalo que le dieron sus electores y llevado de su soberbia está dispuesto a entregar al gordo Oriol la cataluña  que el nunca hubiera llegado a conseguir, con la complicidad "beatífica" del otro testigo.
Y esta es la situación, la chulesca actitud de un Mesías de vía estrecha, con una bomba incendiaria en sus manos y sin saber que hacer con ella, pero que puede acabar estallándole en los "morros" y no solo en los suyos. Y lo malo del caso es que, en el asiento de enfrente, no hay un Don Julio, que a la chulería le haga frente con chulería y que ahí esté El Marianico, que es de los que nunca va de cara y que prefiere que las cosas se pudran y caigan por sí solas, sin tener para nada en cuenta que mientras que llega la podredumbre, se están originando muchos perjuicios.
¡Ah! que conste que yo no pretendo aconsejar, digo nada más. 




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