VOCES SEPULCRALES

Martes 19 Marzo 2013.

                                                VOCES SEPULCRALES.

Nos cuenta la Historia que, hace más de dos mil años, tuvo lugar en tierras de la antigua Hispania la batalla de Baecula, en la que enfrentaron las tropas de Escipión "El Africano", contra el invasor Cartaginés, encabezado por Asdrúbal. Seguro que habría vencedores y vencidos, pero no es eso lo que ahora interesa, ni de lo que voy a tratar.

Parece ser que dicha batalla tuvo lugar cerca de Bailen y ahora, cerca del lugar, se han encontrado, bajo tierra, restos que pueden ser de aquel enfrentamiento, puntas de lanzas, cascos, escudos, un sin fin de objetos que, sin duda, serán de gran riqueza arqueológica. Pero tampoco es este el principal motivo de mi Día de hoy.

La noticia se ha publicado en estos días y confieso que yo no la he visto, ha sido editada en páginas Digitales en las que no entro, pero me ha sido trasladada por persona de mi confianza y la especie para mi no es esa, si lo es y mucho uno de los comentarios que ha suscitado. Hay un individuo que, por lo que me comentan, se "retrata" con nombres y apellidos, los cuales, aunque sean los verdaderos, tampoco me importan mucho, ya que para mí será simplemente un individuo, creo que incalificable.

Viene a decir este, poco más o menos, que ahora lo que hay que hacer es llamar a Garzón, para que ordene abrir la fosa, a la búsqueda de cadáveres de muertos después de "nuestra" contienda civil, que para este comunicante no son "asesinados", si no ejecutados en aras de la justicia. Y aun, me dicen, que añade más: afirma con la rotundidad que le da su montaraz idea de la vida, que lo de Federico García Lorca no fue un asesinato y que, simplemente, fue un daño colateral de la contienda.

Al día de hoy puede que aún haya cientos, miles, de cadáveres enterrados en fosas comunes y, por supuesto, sin identificar, que si pudieran alzarían sus voces, desde lo más profundo de la tierra en la que yacen, maldiciendo, si, maldiciendo, a personas tan carentes de humanidad que llegan a decir monstruosidades como las pronunciadas por el mencionado individuo.

Y estoy seguro, si, estoy seguro de que  esos cientos, miles, de asesinados ya han perdonado a sus asesinos, pero lo que no podrán hacer nunca es dejar de maldecir a quien así los profana.

¡Ah! Y que conste que hoy ni aconsejo, ni critico, me duele el alma y así lo digo.